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Qué es un ICTUS, tipos y cómo prevenirlo

Qué es un ICTUS, tipos y cómo prevenirlo

El ictus, también llamado infarto cerebral o derrame cerebral, es una de las principales causas de incapacidad más frecuentes en los países desarrollados. Pero conocer sus síntomas, factores de riesgo y tratamiento puede ayudar a saber como prevenir un ictus.

Qué es un ictus

En realidad, este problema es conocido en el sector sanitario como  accidente cerebrovascular (abreviado como ACV) y se debe a la interrupción, momentánea o definitiva, del riego sanguíneo en alguna parte del cerebro, la cual ocurre de manera repentina.

La sangre lleva oxígeno y glucosa al cerebro, igual que a los demás órganos, y la falta de ellos, sea cual sea la
causa, puede llevar a daños cerebrales permanentes. Esto ocasiona que las funciones de la zona del cerebro
afectada puedan quedar alteradas.

La probabilidad de sufrir un accidente cerebrovascular

Según la Organización Mundial de la Salud, un 10 % de las defunciones en los países desarrollados se debe a
este proceso, con lo que es la tercera causa de defunción y la primera de demencia e incapacidad permanente. En España, de hecho, es la primera causa de defunción, normalmente en personas de edad avanzada. Se calcula que una de cada 6 personas padecerá este problema, por lo que está en el punto de mira de muchas investigaciones médicas y, muy especialmente, de las que se ocupan de la neurología.

Tipos de ACV

Según se produzcan por una disminución brusca del flujo sanguíneo en el cerebro o por una hemorragia, se pueden distinguir los ACV isquémicos y los hemorrágicos.

ACV isquémico

Se denomina también ataque cerebrovascular isquémico o infarto cerebral. Es el caso más frecuente y se produce cuando el taponamiento de una arteria impide el riego sanguíneo de la zona cerebral circundante, de manera que la sangre deja de aportar glucosa y oxígeno a la misma. Esta fase se denomina isquemia cerebral. Si esta carencia se prolonga, ocurre el infarto cerebral, que es daño del tejido afectado. También se consideran ataques isquémicos cuando esto sucedeen la médula espinal o en la retina.

Cuando esta falta de riego sanguíneo no ocurre durante un tiempo significativo, se denomina Ataque Isquémico Transitorio (AIT). Es importante tener en cuenta que el tiempo no es determinante para que se produzca o no el infarto cerebral, ya que influyen muchos otros factores.

El ataque cerebrovascular isquémico puede suceder por:

-Arterioesclerosis o ateroma, que es el caso más frecuente.

– Acumulación de fibrina o de calcio en una arteria cerebral.

– Anormalidades de los eritrocitos (glóbulos rojos sanguíneos).

-Embolia cerebral o émbolo que procede de otra localización, como el corazón u otras arterias.

ACV hemorrágico

Este caso es menos frecuente, y se debe a la rotura de una arteria en el cerebro. Puede ser intracerebral (en el interior del cerebro) o extracerebral (en el exterior del cerebro, concretamente en las capas que lo cubren, llamadas meninges).

El ACV hemorrágico intracerebral  suele estar causado por una tensión excesiva en la arteria (el caso más frecuente) o por malformaciones en los vasos sanguíneos cerebrales.

El ACV hemorrágico extracerebral suele estar causado por un traumatismo craneal, como puede suceder si se recibe un golpe en la zona o se sufre un accidente. Pero también puede ocurrir por un aneurisma (dilatación de la arteria), que libera sangre en el espacio entre el cerebro y las meninges. Este caso puede ocasionar daños más graves que el ACV isquémico. Otras causas son algunos tumores, infecciones del cerebro o el consumo de ciertas drogas.

Síntomas del ACV

Los síntomas suceden de manera súbita y muy rápidamente, por lo que es importante contactar con un centro médico, acudir a un hospital o llamar a emergencias (112) tan pronto como se produzca. Tanto para el afectado como para las personas que estén con él es fundamental mantener la calma. Si se actúa a tiempo, es decir, en las tres horas siguientes, es posible evitar los daños causados por esta dolencia.

Es difícil reconocer los síntomas porque son diversos. Dependerán de dónde se produzca el coágulo o la hemorragia cerebral y pueden ser uno o varios de los siguientes:

– Parálisis en un lado o parte del rostro, dificultades para hablar, sonreír o hacer gestos con la cara.

– Pérdida de fuerza en un brazo o pierna o, si es en el brazo y la pierna, siempre en el mismo lado.

– Pérdida de la visión en uno o en ambos ojos.

– Dificultad para caminar o realizar movimientos con coordinación.

– Dolor de cabeza súbito, intenso y anormal.

– Mareos o vértigos, generalmente acompañados de algún otro síntoma.

– Incapacidad para expresarse correctamente o tendencia a decir palabras inapropiadas.

Es posible sufrir varios de estos síntomas cuando el taponamiento de la arteria o la hemorragia afectan a varios centros a la vez, especialmente cuando ha sido afectada la arteria central del cerebro.

En el caso del ACV hemorrágico, además de estos síntomas, puede producirse un dolor de cabeza anormal, seguido de vómitos, mareos, vértigos y, finalmente, pérdida de consciencia o coma. Esto sucede a menudo en los
accidentes, por lo que es importante llamar siempre cuanto antes a emergencias (112) cuando se produzca.

Factores de riesgo del accidente cerebrovascular

Un ACV se puede deber a una de estas dos causas:

– Factores hereditarios. Estos factores no se pueden modificar, pero
en caso de conocer algún caso de ACV en la familia, sí se pueden tomar las debidas precauciones para no
padecerlo.

– Enfermedades como diabetes, hipertensión arterial, ciertas arritmias
y el colesterol LDL alto. Estos factores se pueden modificar tratando estas enfermedades y, por tanto, evitar fácilmente un proceso de estas características.

Una vez se da uno de estos factores, hay también condicionantes que aumentan la probabilidad de sufrir un accidente cardiovascular y son los siguientes.

– Edad: la mayoría de casos se dan a partir de los 55 años. De hecho, a partir de los 65 existe una posibilidad del 20% de sufrir un ACV en los siguientes 10 años. Por eso, en esta edad, también son claves las medidas de prevención de las que se hablará después. Según la OMS, si la población continúa con los hábitos de vida actuales, en el futuro esta probabilidad podría ascender a un 30%.

 Sexo: la incapacidad por accidente cerebrovascular es más frecuente en mujeres que hombres. Pero esto se debe a que las mujeres suelen vivir más tiempo, y estos problemas vasculares se producen en personas de avanzada edad. Para una misma edad, la probabilidad de sufrirlo es igual para hombres y para mujeres.

– Raza: se ha comprobado que las personas de raza negra e hispanoamericana tienen mayor probabilidad de sufrir un ACV. Aún se desconocen las causas, pero se cree que puede deberse a que las personas de raza negra tienen una mayor tendencia a padecer diabetes e hipertensión arterial.

Hay que incidir en que el tabaco, la hipercolesterolemia, el estrés y otros factores modificables también pueden llegar a aumentar el riesgo de padecer un accidente cerebrovascular.

Diagnóstico del ACV: pruebas médicas

No existen pruebas previas: esta dolencia se detecta solo cuando ya se ha producido. Pero es vital que un neurólogo o médico especialista en estos casos realice pruebas, para conocer su naturaleza y así proceder a un tratamiento correcto, una rehabilitación en caso necesario y tomar medidas que prevengan un segundo caso.

Las pruebas que se pueden realizar son las siguientes:

– TAC o escáner: se utiliza para averiguar si se ha producido un ACV isquémico o hemorrágico. Si se trata de un Ataque Isquémico Transitorio (AIT), puede ser necesario llevar a cabo una prueba adicional transcurridas 24 horas, ya que muchas veces no se pueden ver los efectos hasta transcurrido ese tiempo. El TAC también permite ver las partes del cerebro que han sido afectadas, algo fundamental para conocer el tratamiento adecuado.

– AngioTAC: consiste en la misma prueba, pero administrando un contraste, de manera que resulta más
precisa.

– Resonancia: con esta técnica se pueden observar mejor las zonas cerebrales afectadas, en caso de ser necesario o que el TAC no provea de datos suficientes.

– Ecografía de las arterias carótidas: permite averiguar datos sobre los vasos sanguíneos, es decir, encontrar trombos en las arterias de las zonas cerebrales o trombos en otras arterias que podrían migrar hasta el cerebro.

– Doppler intracraneal: también sirve para observar las arterias cerebrales y así determinar el riesgo a sufrir un segundo ataque. Esto determinará también el grado de gravedad.

Tratamiento y rehabilitación

En primer lugar, es vital que el personal sanitario intervenga en las primeras 3 horas después de producirse un problema de estas características.

En el caso de un ACV isquémico, se inyectarán medicamentos que disuelvan el trombo para así restituir el riego sanguíneo. Suele tratarse de aspirina (ácido acetil salicílico) o  anticoagulantes similares, lo que puede producir sangrados. Pero estos sangrados no son importantes en comparación con la gran efectividad de este tratamiento, ya que puede evitar que queden secuelas permanentes.

A veces es posible llevar a cabo una trombolisis posteriormente, es decir, inyectar estos anticoagulantes más tarde y disolver el trombo. Dependiendo del caso, puede resultar o no efectivo. También tiene riesgos de sangrado.

Si se trata de un  ACV hemorrágico, puede ser necesaria una angiografía intervencionista o
efectuar un cateterismo, que consiste en introducir un tubo en el cráneo para drenar la sangre acumulada y, así, liberar de nuevo el riego y el funcionamiento cerebral. También en este caso se puede evitar un daño cerebral permanente.

Terapia y rehabilitación

Es importante tener en cuenta que, aunque después de un accidente cerebrovascular se observen secuelas como dificultad de movimientos, parálisis o dificultad del habla, estos pueden llegar a recuperarse totalmente. Si se sigue una terapia adecuada, los pronósticos generalmente son buenos.

Las pruebas efectuadas por el neurólogo determinarán el tratamiento a seguir. Este tratamiento puede requerir la intervención de profesionales médicos de distintas áreas como neurólogos, fisioterapeutas, logopedas, psiquiatras, psicólogos, terapeutas ocupacionales y personal de enfermería.

La rehabilitación se comienza cuando el paciente está estable, porque es lo que ofrece los mejores resultados. De esta manera, incluso los pacientes que no han sido tratados con trombolisis inmediatamente después del accidente
cerebrovascular pueden recuperar el habla, movimientos o cualquier área que haya sido afectada y tener una vida normal, siempre llevando a cabo las recomendaciones de prevención que les hayan sido dadas y que se mencionarán más adelante.

El ACV se considera una enfermedad incapacitante. Su mortalidad oscila entre el 10 y el 20 % en el mes después de haberlo sufrido y hay una probabilidad del 14 % de sufrir otro ataque isquémico en el año siguiente. Aun así, debe consultarse esta probabilidad con el médico, ya que cada caso es distinto.

Muchos pacientes se preocupan después de haber pasado por este proceso porque temen que se pueda volver a producir. Pero esto no tiene por qué ser así. Si siguen el tratamiento y las recomendaciones de prevención, es muy posible que se recuperen permanentemente y no vuelvan a tener un problema similar en toda su vida.

También se recomienda que los familiares y personas que acompañen al paciente reciban información sobre la terapia y las posibilidades de recuperación. Esto se debe a que, frecuentemente, su preocupación excesiva puede empeorar el tratamiento y es necesario que reciban una información realista y precisa para actuar de la mejor manera posible.

Como prevenir un ictus

Estas medidas son necesarias tanto antes de producirse esta dolencia, como cuando ya se ha sufrido. Hay que pensar que, si se sobrevive, se tiene una segunda oportunidad para tener una vida sana y normal. Estas son las medidas a
tomar:

– Controlar los factores de riesgo asociados: la hipertensión arterial, los niveles de LDL (lipoproteína de baja densidad), los niveles de triglicéridos y los niveles de glucosa en el caso de diabetes mellitus.

– La enfermedad celíaca también puede predisponer al ACV, de manera que debe ser tratada adecuadamente.

– Aunque no se tenga ninguna de estas enfermedades, los hábitos de vida y la alimentación incorrecta podrían
provocarlos. Por tanto, evitar el consumo de grasas hidrogenadas, limitar la ingesta de azúcares y aumentar el consumo de frutas y verduras, vitamina E, etc. puede ser muy positivo.

– Dejar de fumar y evitar ser un fumador pasivo. Lo mejor es dejar definitivamente los cigarrillos, ya que pequeñas cantidades de tabaco pueden, igualmente, predisponer a sufrir un ACV.

– No abusar del alcohol. Más de un millón de casos de este tipo que se producen cada año en el mundo se deben al consumo excesivo de alcohol. Se debe tomar, como mucho, una dosis diaria de bebidas alcohólicas en el caso de las mujeres o dos dosis diarias en el caso de los hombres (una dosis equivale a una copa de vino o una jarra de cerveza).

– No tomar drogas ni estupefacientes.

– Controlar la tensión arterial. Medir periódicamente la tensión arterial, ya que puede sufrir subidas bruscas. Consultar al médico sobre la manera adecuada de tratarla en el caso de sufrir hipertensión.

– Tener una  dieta equilibrada. Tomar cinco raciones de fruta o verdura al día, incluir el aceite de oliva virgen en
la dieta, consumir proteínas de origen vegetal y de carnes blancas, pescado, lácteos desnatados, cereales integrales, etc. Cada persona tiene un metabolismo distinto, por lo que es mejor consultar con un dietista cuál es la alimentación adecuada.

– Evitar ciertos alimentos tóxicos: hoy en día existen muchos alimentos perjudiciales que se deben evitar o limitar en la dieta, como los alimentos procesados altos en  grasas hidrogenadas (ácidos grasos saturados), carbohidratos y azúcares, aditivos, etc. Las grasas y carbohidratos no son perjudiciales, sino que depende de qué fuentes provengan. Se deben evitar también las bebidas azucaradas y los edulcorantes artificiales.

– Si se padecen niveles de LDL alto, además de seguir el tratamiento que indique el médico, tratar de
subir el HDL («colesterol bueno»), ya que este protege de los efectos negativos del primero. Esto se puede lograr consumiendo ácidos grasos poliinsaturados u omega-3, presentes en el aceite de oliva virgen, los pescados azules, semillas como el lino y frutos secos como las nueces. También se fomenta con la actividad física.

– Evitar el estrés, la ansiedad y la depresión. Estos sufrimientos pueden elevar la presión sanguínea, los niveles de azúcar, de colesterol… Si no se puede evitar llevar una vida con responsabilidades y hay problemas que desencadenan el estrés o depresiones, tener una actitud positiva y constructiva puede marcar una gran diferencia.

– Evitar la obesidad: uno de cada cinco ACV se relaciona con este problema. Se puede calcular si se padece
obesidad con el IMC o consultar con el médico si se trata solo de sobrepeso o la obesidad es preocupante.

– Realizar ejercicio físico. No es necesario ir al gimnasio o salir a correr todos los días. Es suficiente con mantener un estilo de vida activo, como caminar en vez de utilizar el coche, llevar a cabo actividades como pasear en la naturaleza, bailar o realizar las tareas de casa activamente.

-Vigilar patologías del corazón como arritmias, fibrilación auricular o el infarto de miocardio, ya que un ACV también puede producirse cuando un coágulo migra del corazón a las arterias cerebrales.

Como se puede ver, recuperarse es posible y, además, puede ser una gran ayuda para otras personas que también padezcan un ictus y puedan nutrirse de la experiencia de superación de otros. Cuidar la salud no solo previene enfermedades como el ictus, sino que mejora el bienestar y las relaciones con los demás

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